¿Morir de amor?

Para amar no es necesario sufrir. El amor sano no duele. Identificar si estás viviendo una relación de dependencia emocional es el primer paso para poder salir de ella

“Deseo aquellas cosas que al final me destruirán”

Sylvia Plath

El invierno de 1963 se recuerda en Londres como uno de los más fríos del siglo XX. El 11 de febrero, en un piso del barrio de Primrose Hill, la escritora y poetisa Sylvia Plath se levantó por la mañana, preparó galletas y leche para que desayunaran sus dos hijos, Frieda y Nicholas, de 3 y 2 años de edad, y cerró bien la puerta de su habitación, colocando incluso unas toallas húmedas en la parte inferior. Dejó sobre la mesa una nota con el teléfono de la canguro. Encendió el horno de gas de la cocina, metió la cabeza dentro y murió asfixiada. Tenía 30 años.

Hacía pocos meses que había iniciado los trámites de separación de su marido, el también escritor Ted Hughes, después de una tormentosa relación de 7 años que empezó en 1956 cuando se conocieron en la universidad de Cambridge y decidieron casarse tan solo 4 meses después. Durante los primeros años de su vida en común, Sylvia consagró prácticamente todo su tiempo y energía a cuidar y admirar a Ted, a criar a sus dos hijos y a pasarle a máquina sus escritos. Mientras él iba ganando prestigio profesional y social, el talento, la libertad y el bienestar emocional de Sylvia quedaron relegados a un segundo plano. Aún así, estaba dispuesta a sacrificar lo que fuera por el amor de un hombre que le “agradecía” su ayuda y dedicación con infidelidades, competitividad profesional, repentinos viajes sin ella y malos tratos psicológicos, y se cree que también físicos.

Todo ello no contribuía a mejorar las tendencias depresivas e inestabilidad emocional de Sylvia Plath, que perdió a su padre a los 8 años de edad y que a los 20 ya acometió un intento de suicidio. La separación de Ted fue la gota que colmó el vaso de aquella relación de dependencia emocional y lo que acabó minando su estabilidad mental, que ya era frágil de por sí, hasta llevarla al suicidio como única solución para acabar con su sufrimiento.

Así que, repasando esta historia, ¿podríamos afirmar que Sylvia y Ted mantenían lo que hoy en día conocemos como una relación tóxica?

Un vínculo de dependencia emocional produce un apego obsesivo hacia la otra persona, que pasa a ser el centro de tu vida. Es una adicción pura y dura, algo que controla tu vida, te aparta de tus valores y dignidad, de tu esencia y libertad. Algo que te hace perder el respeto hacia ti mism@, autoengañarte y matar, poco a poco y sin anestesia, tu equilibrio y felicidad.

En este tipo de relaciones, vives en una montaña rusa emocional, en un vértigo constante capaz de inestabilizar a la persona más equilibrada, fuerte, inteligente y práctica. Te mientes creyendo que sufres porque amas demasiado cuando, la verdad, es que el amor sano no debería doler.

Como Sylvia y Ted, los dos protagonistas de una relación tóxica escenifican un maquiavélico juego de poder entre un dependiente y un codependiente, entre una víctima y un verdugo. Una relación basada en la manipulación psicológica, el control, el victimismo y la sumisión. Aunque los roles se pueden ir alternando, normalmente aquel miembro de la pareja que se encuentra en una posición más vulnerable es el que acaba más afectado a nivel emocional, con su autoestima y autoconfianza gravemente dañadas.

Aunque parezca paradójico, el perfil psicológico del manipulador suele ser el de una persona de tipo narcisista que no sabe amar porque, en realidad, no se quiere a ella misma. Suelen ser hombres y mujeres con problemas relacionados con el abandono o la falta de amor en su infancia, que encadenan una relación tras otra y van dejando tras de sí una ristra de cicatrices y corazones rotos.

Aparentemente suelen dar una imagen de personaje de novela: Seductores, seguros de sí mismos, poderosos e intensos. La vida a su lado es emocionante y la otra parte acabará siempre siendo cómplice de los deseos del otro, adaptándose a sus caprichos, cambios de humor, mentiras, incoherencias o necesidades, por incongruentes que parezcan en lo que tendría que ser un vínculo de iguales, en el que existe un equilibrio entre el dar y el recibir.

Este tipo de relaciones pueden sacar lo mejor y lo peor de ti. Te confrontan con tu luz y con tu sombra, con tu vulnerabilidad pero también con tu coraje. Pueden ser grandes fuentes de sufrimiento y, a la vez, las experiencias de mayor aprendizaje que te traiga la vida.

La dependencia emocional hace que tu vida tenga sentido a través del otro. Crees que, si la otra persona no te quiere, nadie lo hará y la soledad te aterra. Piensas que no vas a sentir lo mismo por nadie más y que tu vida perderá toda emoción y sentido sin esa relación. Es por ello que cuesta mucho dejar ir este tipo de vínculos de codependencia que, como a otro tipo de adicciones, te enganchas, te intentas desenganchar y vuelves a recaer en esa trampa tóxica en el momento más imprevisto.

No te importa sacrificarte y enterrar tu autoestima, tus valores, tu confianza y tu libertad a cambio de mendigar un poco de amor que, en realidad, es desamor puro y duro. Te das cuenta que has creado un ideal en tu cabeza que no es real, una película con un macabro guión lleno de mentiras, secretos, incoherencias, manipulación, celos, enfados, reconciliaciones, obsesión, miedos y poder. Una película que tú también has alimentado pese a saber que nunca tendrá un final feliz y de la que te sientes incapaz de salir.

Vives atrapada entre un pasado idealizado que ya no existe y un futuro que no será, perdiéndote tu presente, único y maravilloso, tu “ahora” que se te escapa, como la vida misma, sin que seas consciente de ello, incapaz de salir de esa espiral de sufrimiento, rabia, tristeza y frustración.

Has de saber que el amor sano no duele. Que una relación sana te suma, te empodera, te ayuda a crecer, te aporta calma y te hace feliz. Si no estás ahí, pregúntate si estás dispuest@ a morir por su amor o a seguir viviendo por el tuyo.

Salir de este tipo de relaciones no es, en la mayoría de los casos, un proceso ni fácil ni corto y, en muchas ocasiones, es necesaria la ayuda de un buen terapeuta especializado. Puede que tu mente y tu corazón te traicionen durante el camino hacia la luz, haciéndote creer que todo quizás podría cambiar. Pero tu intuición, que es la voz de tu alma, sabe que no es así. Sabe que la única victoria es retirarse y cuanto antes mejor.

Así que el día en que hayas tocado fondo y creas que la vida literalmente te ha abandonado, ese es el día en el que te levantarás, te mirarás al espejo, con una mirada llena de amor y compasión hacia ti mism@, sin culpa, sin reproches ni remordimientos. Te mirarás a los ojos y dirás: ¡Basta!. Y ese será el primer paso para salir de esa relación y para emprender el camino de vuelta a casa, de vuelta a TI.

“Nosotras…que queremos tanto

 y nos queremos tan poco”

 El Entretanto

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