Descubre la importancia de identificar y vivir alineado con tus valores para conseguir una vida plena y feliz.
“Abre tus brazos al cambio pero no dejes ir tus valores”. Esta frase del Dalai Lama explica que el cambio, la transformación y la flexibilidad son necesarios en la vida pero, si no van alineados con con nuestros valores, servirán de poco o nos generarán resistencias y sufrimiento.
A veces, oímos en nuestro entorno frases del estilo: “es que esa persona no tiene valores”, sin saber muchas veces qué son en realidad los valores y si cabe la posibilidad de que alguien carezca de ellos. Si se dice que la mirada es el espejo del alma, los valores son esa brújula que guía nuestro camino y decisiones de forma continuada y prácticamente desde que somos pequeños, sin ser conscientes de ello. Todos tenemos valores y si éstos coinciden con los de otra persona, la conexión y la buena sintonía aparecerán de inmediato. En cambio, si conocemos a alguien con unos valores opuestos a los nuestros, la relación o el vínculo tienen muchas posibilidades de fracasar.
Si tomamos como ejemplo la imagen de un iceberg, la superficie, que es lo que el entorno ve de nosotros, se basa en nuestro comportamiento y parte de nuestra personalidad, pero la parte sumergida de ese iceberg, que es mucho más grande y profunda de la que sobresale en la superficie, está formada por nuestras creencias, capacidades, talentos, por nuestra esencia y, por supuesto, por nuestros valores. Eso es lo que hace que ante la pregunta: ¿cuáles son tus valores?, muchas personas se queden en blanco y no sepan qué responder cuando, en realidad, son mucho más importantes de lo que creemos ya que nuestros valores definen los que pensamos, decimos y hacemos.
Así, los valores son esa brújula que nos guía a la hora de tomar decisiones, afrontar retos o relacionarnos con nuestro entorno. Nos ayudan a vivir una vida con sentido y significado y nos dotan del coraje y de la confianza necesarios para perseguir nuestro propósito vital. Algunos de ellos forman parte de nuestra propia esencia mientras que otros pueden venir condicionados por el entorno socio cultural o familiar.
Nuestros valores principales no cambian a lo largo de la vida, lo que sí es cierto es que podemos priorizarlos de forma diferente en función del momento vital en el que nos encontremos. Por ejemplo, si alguien tiene como valor fundamental el de la FAMILIA, seguramente dicho valor cobrará especial relevancia en el momento en que sea madre o padre en relación a cuando era adolescente.
Es necesario vivir, nutrir y honrar a diario nuestros valores ya que, si lo que pensamos, decimos y hacemos no está alineado con ellos es cuando sentimos que algo no va bien en nuestra vida.
Simon Dolan, psicólogo canadiense que reside en España, empezó a estudiar los valores en 1976 mientras realizaba su doctorado en Psicología del Trabajo en la Clínica Mayo de Minessota. La conclusión de dicho estudio fue el comprobar que el 90% de los infartos que sufrían personas menores de 50 años y sin antecedentes previos, estaban directamente relacionados con el estrés laboral. Y que dicho estrés era el resultado de una incoherencia en su sistema de valores. Esto llevó a Dolan a profundizar en el estudio de 51 valores en un total de 20 países lo que le permitió desarrollar un innovador método que permite, a través de una dinámica muy visual e intuitiva, utilizando unas cartas, identificar de forma rápida y tangible cuáles son tus valores personales fundamentales y descubrir si vives alineados con ellos o no.
Dolan clasifica los valores en tres categorías: los valores ético-sociales que tienen que ver con la forma en que nos relacionamos con el entorno y con la sociedad e incluirían, por ejemplo, la amistad, la integridad, la familia o la honestidad.
Los valores emocionales están relacionados con nuestro mundo emocional y nuestro desarrollo personal e incluyen, entre otros, la paciencia, la empatía, la alegría o la calma. Por último, los valores económico-pragmáticos son aquellos relacionados con la parte más práctica y material de nuestras vidas tales como la perseverancia, el éxito profesional o la organización, entre otros.
A parte de este método, existen múltiples y sencillos recursos a nuestro alcance para detectar cuáles son nuestros valores principales. Desde pensar en tres personas o personajes a los que admiramos (pueden ser incluso personajes históricos o de novela o de una película) y escribir tres cualidades o valores por los que los admiramos. Seguramente, entre ellos, identifiquemos valores que están en nosotros pero que no vemos de forma consciente.
También podemos encontrar en Internet listas de valores que podemos leer de forma rápida e ir intuitivamente seleccionando, primero los 20 que más nos resuenan, después de esos 20 los 10 principales y quedarnos finalmente con 5 valores fundamentales.
Una vez tengamos definidos esos 5 valores, vamos a darles un orden y a priorizarlos, según la importancia que tienen en nuestra vida a día de hoy. Cuando los hayamos ordenado, vamos a reflexionar sobre cada uno de ellos y a preguntarnos de qué forma estamos viviendo ese valor, si nuestros pensamientos, palabras y actos están alineados con dicho valor y, en caso que no lo estén, qué acciones concretas podemos llevar a cabo para volver a alinear dicho valor con nuestro día a día.
Si uno de tus valores fundamentales es la CREATIVIDAD pero sientes que últimamente en tu vida no desarrollas ninguna actividad de tipo creativo por falta de tiempo, por ejemplo, te sentirás mal y desalineado de alguna forma sin saber por qué. Si identificas que una de las causas puede ser que has dado la espalda a ese valor que es importante para ti, la forma de alinearte con él podría ser, por ejemplo, apuntarte a clases de dibujo o cocina, empezar a escribir un diario o dedicar un rato a la semana a realizar alguna manualidad.
Si uno de tus valores fundamentales es la AMISTAD pero has dejado de ver y de llamar a tus amigos últimamente, te sentirás desalineado. Una forma sencilla de volver a nutrir ese valor tan importante para ti sería comprometerte cada semana a quedar con un amigo para tomar un café o hablar a diario unos minutos con alguno de tus mejores amigos.
Normalmente son esas pequeñas acciones que, repetidas de forma estable y continuada en el tiempo, cobran forma de hábito y nos ayudan a vivir alineados con nuestros valores y a mantener esa brújula para que siga guiando nuestro camino y decisiones.
Si uno de tus valores fundamentales es la INTEGRIDAD y estás en un trabajo en el que ves que tu jefe te dice que hagas una cosa cuando él hace la contraria en la empresa, eso empezará a hacer mella en ese valor y seguramente tendrás que acabar teniendo una conversación sobre el tema con él o cambiando de trabajo si quieres evitar el estrés que te provocará el tener que hacer algo que es contrario a lo que tú crees que tendrías que hacer, con lo que te sentirás una persona poco íntegra.
Y recuerda que son tus actos y no tus palabras los que definen tus valores. Rodéate de personas con las que compartas algunos valores y no renuncies nunca a tus valores por el hecho de gustar a otros o de obtener cierto reconocimiento. Los valores nunca son negociables.
Si deseas identificar y trabajar tus valores fundamentales, puedes inscribirte en este taller