Hace años tuve la oportunidad de cursar uno de los masters de crecimiento personal más prestigiosos del país y, si bien siempre estaré agradecida a algunos de los aprendizajes, maestros y compañeros que encontré en el camino, quizás la enseñanza más importante, y también la más impactante y reveladora, de aquellos nueve meses de clases fue el descubrir que existe una clara diferencia entre gurús y maestros.
El maestro es aquella persona sabia, bella por dentro y por fuera, alineada con su verdad y sus valores y en la que siempre existe una coherencia entre lo que piensa, dice y hace. Es aquel que te da un abrazo real, aquel que sabe escuchar, aquel que no necesita esconderse detrás de ningún personaje ni red social porque su esencia es tan honesta y luminosa que brilla y hace brillar a los demás sin necesidad de esperar likes ni seguidores a cambio y porque su alma ya se siente abundante en sí misma. El maestro no busca admiradores ni aduladores. Simplemente sigue el camino que le marca su propósito de vida, fiel a sí mismo y a su verdad. Empoderado y empoderando a los de su alrededor. Liderando su vida desde la integridad, la autenticidad, el coraje, la sabiduría y la confianza.
El gurú, por el contrario, es una especie de mago que te engatusa con sus trucos publicitarios. Te habla de todos los egos del mundo menos del suyo y proclama nuevos paradigmas que venden mucho en las redes sociales pero con los que luego ni comulgan ni practican. Te muestran el personaje que ellos mismos han creado a base de buenas habilidades comunicativas, una apariencia de vecino del sexto new age y la admiración de cientos o miles de seguidores acólitos que ven en ellos a los mesías de esta nueva era que no se cansan de anunciar. Pero, si rascas un poco, tras esos trucos disfrazados de gurú de la nueva espiritualidad, lo único que hay es humo, y bastante más denso de lo que a veces podríamos imaginar.
Y después están los aspirantes a gurú que, con un par de cursos, una web bonita y unos cuantos contactos, empiezan a “crecerse”, como diría una buena amiga mía, como un soufflé dentro del horno de una irrealidad paralela que ellos mismos han creado a su alrededor. Y ya sabemos lo que suele pasar con los soufflés…que toda aquella masa dulce y azucarada que tanto placer generaba, cae a la misma velocidad con la que subió. Porque el problema es que debajo no existe nada tangible y real que la sostenga.
Y quizás, después de leer esto, ahora te estarás preguntando: ¿Cómo identificar a unos y a otros? ¿Qué hacer para no caer en sus “redes”?
Si haces el simple ejercicio de poner en pausa tu filtro mental y emocional ante sus mensajes, videos, newsletters y posts y conectas con tu intuición y tu sabiduría interior (que la tienes), habrá algo, quizás un escalofrío, quizás un bostezo, quizás una sensación, una imagen o una palabra que te venga a la cabeza de golpe. Sea cual sea la señal, si escuchas a ese maestro interno que tod@s llevamos dentro, sabrás con certeza si la respuesta a tu pregunta sobre alguien en particular es un “Sí” o es un “No”.
Mientras tanto, no te creas nada y cuestiónalo todo de aquellos que precisamente te advierten ya desde el inicio que no has de creer nada de lo que te digan.